Se me olvidó, también he ido al circo, minicirco para ser precisos. En las fotos se aprecia. No más de 250 personas. Con algún número notable volví a la niñez por espacio de una hora. Si se busca atentamente en las fotos se puede leer: “espectáculo a la gorra”. No necesita explicación, me gustó la idea.
Nada que ver con “los gorrillas”, en exceso habituales por aquí, abusivos. La calle llena de aparcamientos y un desastrado pollo con chaleco en teoría luminiscente te dice “dónde puedes aparcar”… y por cuánto… Práctica extendida por todo el país como normal. Cuando le pregunté a uno de ellos me dijo: es que hay mucho mangante; bien lo sabía él.
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A veces se lee detrás: "Personal Autorizado" |
Hablando de desarrapados: ayer se me ocurrió regalar un bocata a un pobre chaval que no tenía donde caerse muerto (en Montevideo se ven muchos, como en tantas ciudades). Me lo echaron del supermercado, solo le había dado tiempo a elegir una cocacola (de litro). Cuando voy a pagar le hago ver a la cajera que el precio que figuraba en estantería era menor y la muy gilipollas (joven de aspecto amable) dice, como por lo bajines, que “mejor agua”, para el muy ladronzuelo. Ganas de darle dos hostias. Solo me dio para contestarle que el agua ya lo bebería en la fuente. De lo que robaban con los precios equivocados no me dijo nada.
Y es lo que yo digo: a Leandro le debería haber regalado los ensayos de Montaigne, para que adquiriese la cultura necesaria que le permitiera salir de la indigencia. Pero por esta vez Leandro se tendrá que contentar con un bocata de cojomilanesa y la coca ( sin azúcar,”of course”).
Hace una semana tuve una experiencia parecida, lo había procesado; cierto que en aquella ocasión el enemigo estaba en casa, fueron los indigentes coleguillas del indigente peticionario los que nos siguieron denodadamente por el centro de la ciudad (junto al museo de los Andes, imagínense de qué va), querían que el botín lo compartiese con ellos (el avión de los Andes, ya me entienden).
Imposible no recordar al narrar estos sucedidos una palabra que llevo pegada a la piel, aporofobia (fobia a las personas pobres o desfavorecidas), y un gran libro de igual título, de Adela Cortina.

Un lector me habló del Parque Rodó y allá me he ido esta mañana, a recorrer una tras otra las ramblas que lo separan del mar y te acercan a la playa de Pocitos. Nombre curioso de explicación cruel: pozos que las corrientes abrían en las orillas y que a veces se tragaban (tragan?) al descuidado. Una mañana de paseo costero que ha desembocado, cómo no, en una librería de puro Pocitos. El lugar lo merecía, me ha llamado la atención por el nombre, “El Virrey”, me ha recordado una librería de Perú (no recuerdo si en Quito o Arequipa), se lo he dicho al librero y hete aquí que había una explicación: la dueña en Uruguay es hija del que emigró y en Perú montó una librería con ese nombre; luego volvieron aquí donde ahora tienen alguna otra con el mismo nombre. Qué cosas. Cuando estuve en Perú me llamó la atención el que me diesen el libro (o libros, casi seguro) en bolsa de papel; entonces en España era muy raro, como máximo te daban una bolsa de plástico (como si de fruta se tratase), hoy te la cobran, sea de plástico, sea de papel. Se lo he contado al librero, hemos alucinado juntos. Gracias a los consejos del amigo han caído varios libritos, no me he resistido (me veo pegándomelos al cuerpo con cinta americana para que no me pongan pegas a la entrada del avión por exceso de equipaje).
La foto de al lado: ya por la rambla veo al otro lado, en lo alto, una bandera, la español. Un edificio extraño, mucho más bajo que los de al lado, con un mascarón de proa llamando al paseante. El edificio se llama Pittamiglio, nombre del propietario, que lo dejó a su muerte como museo "arquitectónico". No entré, intuyo que lo mejor esstaba fuera.
Nada más por hoy. Mañana espero poder contar qué tal los carnavales… Tengo una entrada para esta tarde, espero ver por fin algo más que el limitado calombé que pude escuchar por unas calles de no recuerdo dónde.