Ara Malikian, ese violinista libanés-armenio-español-universal, gitano heterodoxo, pagagnini de nuestros días, malabarista del violín, dice con acierto que no se ve como el dueño del violín, sino más bien al revés, que es el violín el que tiene un violinista; que hoy es uno y mañana será otro, que el violín seguirá siendo el mismo; pero diverso. Y también le pasa lo que a tantos otros con los escritos y otras menudencias: que las fotografías de su infancia y adolescencia se las llevó un incendio y ahora echa mano de los recuerdos; que son más límpidos.
Efímero lo que se esculpe sobre hielo, efímero lo que se escribe y se borra, efímera la foto que se pierde y se recuerda. Efímera la vida.
Y cómo no, un regalito: enlace a concierto de violín y guitarra
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