Amanece en la Isla de Flores con el canto del gallo, insitente canto que me pone en danza antes de lo previsto. Desayuno frente al lago. Y de nuevo la pregunta:
-¿From Canada?
-No, español
-¿From Canada?
-No, español de España.
Mi vecino es de Honduras, creo, su mujer de Belice.
Paseito por la pequeña isla unida a tierra por un corto puente. Calor agobiante. Para refrescarme entro en un café-internet y escribo hora y media. Tuctuc a la estación.
En la modesta sala de espera, un televisor. Real Madrid-Sporting de Gijón. Miro el reloj, recuerdo el día de la semana y adivino que es en directo. Hombres, mujeres y niños atentos a la pantalla. Mete gol el Sporting; desánimo, quedan diez minutos y la mayoría anima al "Real". El autobús no empieza a prepararse hasta que el partido acaba. Media hora de retraso.
Voy a Río Dulce, población fronteriza entre el lago Izabal y el río que desemboca en el Caribe a unos 35 kms. Cada vez que el autobús para, gente de lo más variopinta sube a vender sus refacciones (tentempié). Me pido un tamalito y una pieza de pacaya; una vez más disfruto con la comida simple.
Cuatro horas cómodamente en el destartalado autobús y parada junto al embarcadero desde el que cruzo al otro lado del río, allí está mi "Hacienda Tijax". Empieza a oscurecer, pero se aprecia que todo es madera, pasarelas a un metro del suelo sujetas con gruesas cuerdas, vegetación abundante, lianas, raices que se entremeten por doquier, pájaros, interminables cantares de pájaros, silencio y paz, una piscina esperándome, muy poca gente, se cuentan con los dedos de una mano....Escondida entre las plantas, al fondo, mi cabaña.
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