lunes, 4 de abril de 2011

Sentir la naturaleza






Hoy me han despertado los pájaros, los pájaros y esos inquietantes ruiditos que desde que me acosté, se oyen en la cabaña cuando caen ramas, hojas y frutos de los árboles que la envuelven.


Sin pensarlo mucho me adentro por las traseras de la finca y caminando caminando llego a la "torre del Chamán". Subo y disfruto del inmenso verde que la rodea, el lago al fondo, más allá el río, pequeñas cabañas entremetidas en el verde, y más verde. Un sendero me conduce a unos largos puentes colgantes que se alzan quince metros sobre el suelo, son puentes sin río. Soberbio.


Caigo exhausto en la piscina y, ya fresquito, a eso de las ocho, me tomo un generoso desayuno, con sus frijolitos y sus huevitos, y su banana frita; un día es un día, muera lo sano.


En la barca somos cinco y el capitán. Vuelta por los meandros del río, nos acercamos al castillo de San Felipe, aves de todo tipo nos rodean, tras el pequeño castillo el gran lago (Izabal), vuelta la mirada, río abajo, hacia Livingstone, ciudad caribeña a la que solo se accede por agua. Ciudad de los garífuna, cruce de esclavos africanos de barcos naufragados y caribes indígenas que desde el XVII se mantiene en este lado del Caribe.


Son casi tres horas en la barca, paramos a observar una "isla de pájaros" (el nombre lo dice todo, pero, como siempre, solo viéndolo se entiende), luego bajamos la marcha junto al "jardín en el lago" (venid a verlo), paramos en unas termas pero en los quince minutos que tenemos opto por entrar en unas cuevas naturales en la montaña, oscuridad, claustrofobia y murciélagos. Más recuerdos.

No puedo evitar pensar en lo generosa que ha sido la naturaleza con estas tierras. Creí que ya lo había visto todo, pero no, el camino de Río Dulce al mar es un camino de sueños, es un azote de espiritualidad, es, inevitablemente, el recuerdo de "la conquista". Tuvieron que quedarse maravillados ante tanta grandeza aquellos rudos españoles del siglo XVI. Qué pena que los humanos nos obsesionemos con el oro; hoy igual que ayer. Qué puñetero es el hambre y qué fuerte la codicia. Encontraron el paraíso casi sin querer y no se conformaron ¿Buscarían acaso el infierno? Nadie les paró, nadie nos ha parado; pero la naturaleza es poderosa, es sobrecogedora, así lo siento mirando a una y otra orilla como queriendo comerme el paisaje.


De Livingstone un recuerdito, además de las fotos: el licuado de piña y el tapado, una comida típica de los garífunas en la que se cuecen mariscos varios en leche de coco y se vende como una sopa, sabrosa y generosa. Algo único.


Vuelta por el Río Dulce y con ganas de un chapuzón.






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