Fue en Quito. Hace año y medio. Mochila al hombro, acababa de llegar. En una pequeña tienda abrí imprudentemente la cartera y golosos billetes de dólar quedaron a la vista.
- Tenga usted cuidado señor -me dijo el viejecito que atendía la tienda de ultraamarinos- Este país está lleno de mala gente, ladrones que se aprovecharán de usted al menor descuido.
-No hables así al señor -dijo la viejecita que sentada a un lado, cosía- Qué va a pensar de nosotros, qué va a pensar de nuestro pueblo. Si tu hablas mal de ellos, qué nos queda, ¿habrá quien quiera hablar bien?
No puedo sino hablar bien de Guatemala y de sus gentes. Perdóneseme cuando llevado por el dichoso realismo haya creado la duda. Como me dijo Ronaldo en Río Dulce, entre vozka y vozka: no espero que esto me lo pague a mí, pero sí al siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario