sábado, 2 de abril de 2011

Mayas

Son las siete de la tarde de un largo día. Me acabo de merendar un mango. !Qué rico! Lo compro ya pelado en un puesto callejero, cinco quetzales.La señora me dice que si lo quiero con sal y limón. Probemos. Le voy a echar también pepitas. Adelante. Es como lo comen en Mexico. Aquí Mexico es siempre la referencia. Disfruto como disfruto siempre que descubro una nueva comida, o una conocida pero preparada de forma diferente. Es otro de los placeres del viajero; si le gusta comer, tiene muchas oportunidades para encontrar momentos de felicidad.

Pero como decía, el día empezó ayer.Dejaba Panajachel a las cuatro de la tarde.De bus a bus y en Guatemala, a las nueve, el nocturno hasta la isla de Flores, en el Petén.No voy a contar cómo se duerme en estos "autobuses de primera"; nada que ver con esos inimaginables "pullman" que en Argentina te llevan de norte a sur y de este a oeste. Son las 6:20 de la mañana. Al bajar del autobús, los vendedores de viajes a Tikal me rodean pero yo me deshago de ellos. Prefiero descansar antes de decidir. Mochila al hombro me voy al hotel, el más barato hasta la fecha (7 euros).En la recepción un chico muy amable me enseña dos o tres habitaciones. Todas grandes, luminosas y limpias. Y modestas, claro. ¿Me puedo quedar? Por supuesto. !Qué bendición de ducha! Me vienen a la cabeza los muchos hoteles de siete estrellas en los que no me hubieran dejado pasar de la recepción (en ese mundillo "lobby") y en el improbable caso de tener habitación disponible me hubieran dicho con medidas palabras que "esto tiene un pequeño cargo"; y todo ello con una asepsia y falsa educación que nada se parece a la naturalidad y cercanía del chavo de mi fonda Casa Blanca.

Mientras me ducho y me cambio, me sacan el billete para Tikal, tierra sagrada para los Mayas. A las siete el minibús está a la puerta. Casi dos horas de camino, explicaciones más o menos creíbles de lo que nos vamos a encontrar y quizás exceso de expectativas.

Pero Tikal convence. Es verdad que las fotos hoy disponibles en mil sitios anticipan todo, pero vivir las cosas es mucho más que verlas. Es el saber que pisas un lugar mítico, escondido bajo la selva tropical durante siglos, todavía oculto más de un 80%. Es el olor de las plantas, es la gente con la que te cruzas, son los monos araña que ves, el jaguar que te dicen que anda por ahí. Son las piedras que descuidadamente tocas, los templos que escalas, el tucán que coquetamente se esconde, el árbol de caoba centenario. Es la Plaza de los Siete Templos, la Acrópolis, las decenas de templos aún ocultos tras la vegetación y que fácilmente adivinas. Es, en fin, el templo IV, desde el que planeas sobre toda la inmensa selva tropical en la que se asienta esta ciudad; y dicen que otras muchas todavía por descubrir. Son las 12 y el calor se hace insoportable. Ya de vuelta, un reto, más de cien escalones de una pendiente casi vertical, te pueden llevar a lo alto de otro templo, el V, pero pocos se atreven. Yo sí. Nunca me lo hubiera perdonado;con esto todo queda dicho.

Dicen que la mayoría de las riquezas encontradas en esta ciudad están repartidas por los museos del mundo. Que Guatemala no puede permitirse el lujo de mantenerlo. !Qué cosas! Por eso nos lo llevamos a casa, para que no se estropee. Dicen que la ciudad que más al norte se está explorando, "El Mirador" pudo ser más importante que Tikal. Dicen que han parado de descubrir templos en Tikal ,que cuesta mucho mantenerlo; que mejor exploran los arqueólogos otras muchas ciudades que se esconden por estas selvas. Dicen que durante muchos siglos el pueblo sabía que la ciudad existía, pero que solo, el descuido de un borrachín, la puso en conocimiento del mundo. Dicen que el calendario maya finaliza el próximo 21.12.2012. Y los apocalípticos dicen que es el fin del mundo, un mundo que para los mayas empezó en el tres mil y pico antes de Cristo. Y dicen los que reinterpretan la historia que al día siguiente, el 22, se inicia un nuevo ciclo de 5000 años, un nuevo ciclo Maya. Todo envuelto en el misterio, en la especulación, a veces interesada, a veces plagada de desatinos, pero siempre mítica.

Lo que no se puede rebatir es que lo maya permanece. Yo creí que me iba a encontrar una Guatemala plagada de ruinas. Y no, lo que está es llena de vida. El Maya existe, es un pueblo raramente homogéneo que habla más de veinte dialectos, que aún viste como lo hacían sus ancestros, y de veinte formas diferentemente parecidas, que sigue adorando al maíz, que de manera incomprensible ha ido incorporando en su espiritualidad las religiones que le han ganado, los ritos que le han llegado y todo ello con un sincretismo admirable. Y el testimonio perenne son sus ciudades,y que en un ansia de infinita perennidad se ocultan bajo las selvas. Con estos ingredientes, cómo no mitificar a este pueblo, cómo no buscar el misterio más allá de lo palpable, cómo no explorar por otros vericuetos.


Dicen, y con esto acabo, que el nombre original de los mayas era "Ixi´im Koa" (Hombre del maíz). Hace unos días comí maíz y puedo asegurar que es el mejor que nunca comí, inolvidable. Y dicen que "MAYAS" (o MAYAB en otros dialectos) es lo que repetían una y otra vez a los conquistadores ante su insolente presencia: mayas, No entiendo, mayab, no entiendo. No entendían cómo se podía ser rubio y alto ni cómo se podía montar sobre un animal a cuatro patas, ni por qué brillaban sus vestidos, no entendían nada, mayas. Aún hoy, este pueblo amable y educado, nos ve distantes a los rubios y de ojos azules.

En el camino de vuelta para la isla, charlando con una canadiense, se me ponen los dientes largos. Viene de Belice, a pocos kilómetros. Los arrecifes de este pequeño país son únicos para el buceo y el tubo. Pero se necesitarían tres días que no tengo. !Qué pena! Seguiremos explorando el mundo maya....


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