Madrugo para coger el primer tren de la mañana, el que me llevará a Entroncamento donde reclamo mi perdida navaja el día anterior y a la que tanto echo en falta. Busco y rebusco en la mochila a sabiendas de que se ha ido para siempre. Navalha, faca, canivete, da lo mismo la palabra que use, entienden perfectamente lo que busco, lo que no entienden es mi ansiedad.
Un nuevo tren me lleva a Portalegre donde llego a eso de las 12 y ante la idea de esperar hasta media tarde decido coger un taxi que me acerque a Marvão, pequeño pueblo en el corazón del Parque Natural de la Sierra de San Mamede, y que es mi próximo destino. Tengo reserva para una noche pero nada más llegar me enamoro del pueblo y de la hostería y no lo dudo: alargo la estancia.
Atención a los letreros. Cuánto me gustan algunos. |
Simao es mi chófer, un hombre calmado como lo es el carácter medio portugués, o eso me parece a mí. Habla español, por aquí todos lo hablan. Estamos a escasos kilómetros de la frontera: Badajoz, a 60 kms, un poco más allá, Olivenza, esa ciudad medio hispana medio lusa.Valencia de Alcántara a 50. Pero tengo entendido que al otro lado de la frontera no se habla portugués como aquí español. Así son las cosas.
Hablo sin parar con Simao (Simón también le vale, pero yo prefiero el original, me gusta como suena en portugués, como un poco gangoso). Conoce bien a los españoles, se crió en una especie de horfanato y cinco de las siete monjas que le cuidaron eran españolas. Y entre dimes y diretes una nueva palabra portuguesa se viene conmigo: pacato. La utiliza mi amigo para diferenciar a los portugueses de los españoles, dice de su gente que ellos son más pacatos. Le hago ver que, al menos en español, la palabrita suena algo despectiva (timorato, insignificante...), me entiende, pero se reafirma. Busco más tarde significados en portugués y el matiz es importante, pacífico sería una buena traducción. Así me parece Simao, así me lo parecen muchos portugueses con los que hablo, pacíficos, pacatos.
Quedo con él que le llamaré si le necesito para la vuelta y rápidamente me organizo en mi "suite conventual" (eso es lo que es mi magnífica habitación), como en un cercano restaurante con vistas infinitas y mientras disfruto de un vino alentejano preparo la larga tarde. Para concretar el qué hacer me acerco a la oficina de turismo (abren a las dos, tras el almorço) y queda decidido, me voy a montar a caballo. A la finca dicen hay que ir en coche. Como casi siempre se olvidan de la mejor manera de ir de un sitio a otro: andando. Y así me voy, son unos seis kilómetros monte a través y casi todo bajada. He quedado a las seis, pero quiero estar antes. La visera hace su papel porque el sol cae de plano, si bien esto no es lo peor, lo peor son los mosquitos. No me dejan en paz y me hacen dudar de mi cordura, tal es el nebuloso revoloteo con el que me acompañan en mi paseo.
Caballos Marvão lo lleva una familia española , el padre ejerce la medicina en Portugal, la hija ha estudiado periodismo en Salamanca pero sigue haciendo másteres y doctorados y los fines de semana se viene a este retiro, para ayudar y para disfrutar. Tenían cuatro caballos para la familia pero hace unos años vieron el negocio y ahora tienen más de quince. Al acabar el paseo, una hora, para qué más, tomamos un pequeño refrigerio. Nos acompaña la abuela que está algo impedida. No dice nada. Lo entiende todo. Solo sonríe. Con una dulce sonrisa.
Todo menos estilo. |
Me refiero al caballo |
A las nueve de la noche Marvão está desierta, parece una ciudad fantasma. Aunque causa todo menos miedo. Para cenar pocas opciones pero la mejor un sandwich en la terraza de "O Castelo", una cafetería estratégicamente colocada con gente amable, tranquilidad, buen precio y perspectiva. El pan alentejano es pan de verdad, no como esos de molde que solo tiene esoestán moldeados. Y aquí en Marvão, yo creo que en general en Portugal, saben lo que son los céntimos de euro. Un café son 0,65 y una botella de agua puede ser 0,72, en un bar me refiero. En España, salvo en los supermercados, solo nos movemos con múltiplos de 10, y alguna vez de 5, las menos.
Silencio. Silencio absoluto. A dormir.
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