sábado, 15 de septiembre de 2018

Tomar las de Villadiego

Con tanta cerilla ardo en deseos de comer un buen bacalahu. Cuando en la carta leo "Bacalao pie" (lease tarta de bacalao) inmediatamente viene a mi cabeza la imagen de un pastel, con su hojaldre y su bien definida forma. Pero no, nada más lejos de lo que es este plato, un exquisito engrudo de bacalao y patata del que doy cuenta sin pestañear. Un placer. Ya vengo precavido para las enormes raciones que se sirven en todos los restaurantes y desde el principio pongo freno a los aperitivos, sean unas simples aceitunas, sea un "petisco de queijo" (tapa de queso), sea lo que sea.


Mira si es tranquilo. La primera ventana a la izquierda, la mía.
Hemos empezado con buen pie el asunto de la manduca. Hoy se impone una larga siesta. Luego un paseo por esta bonita ciudad, pequeña, blanca y tranquila como la que cualquiera con poca imaginación pueda imaginarse. Entre las callejuelas descubro una librería de viejo. No me puedo resistir. El dueño quiere colocarme un libro religioso del siglo XVI. Pero no sé qué haría yo con él. Mis gustos son más de este mundo. Libro de poesía de Pessoa, Mensagem, para practicar el portugués, siete euracos. A saber lo que pediría por el libro roñoso.



En esta librería aprendo una palabra portuguesa que me gusta: maluco. La dice mi anfitrión refiriéndose a Ramón Tamames, al parecer primo carnal de su española mujer, y al que conoce de cerca, estuvo en sus bodas de oro, que celebró en Santo Domingo de Silos, cantos gregorianos incluidos. Dice de Don Ramón que es un gran intelectual, para su gusto demasiado a la izquierda aunque ahora ya reniegue del comunismo. No por sus ideas sino por sus comportamientos extemporáneos dice de él que está un poco loco, maluco dice, eso dice el librero.

2 comentarios:

  1. Lo de "exquisito engrudo" no me cuadra mucho. Un fuerte abrazo

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  2. Me imagino que ya sabes quién soy por mi inclinación gastronómica.

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