La llegada a estas grandes ciudades es siempre desordenada y me provoca desasosiego. Al menos, en esta ocasión había quedado con G., hijo de un amigo, para cenar; tuve que sobreponerme rápidamente del jet lag y de los 2.600 metros de altitud de la ciudad. Del aeropuerto, mochila a la espalda, directo al restaurante. Allí me esperaba con su novia y pasamos un muy buen rato, ceviche y más ceviche fue la cena, bien empezamos. Pero la noche no perdona, ha sido un continuo duermevela, tampoco imaginaba que iba a pasar tanto frío como en Burgos. La altura se paga.
Los Andes atraviesan Ecuador y al entrar en Colombia se abren en tres cordilleras. Bogotá está en la cordillera oriental. Al parecer, este país siempre ha sido de muy difíciles accesos. Dicen las crónicas que cuando de Cartagena de Indias a Bogotá se tardaban meses, a Londres solo se necesitaban semanas. Las cosas han cambiado pero la esencia permanece. Me decía ayer G. que de Bogotá hay que salir en avión, que por carretera es una locura; por desgracia me ha convencido. A mi próximo destino, sea Medellín o sea una de las "ciudades cafeteras" creo que no voy a ir en autobús como tenía pensado. 7 horas para 240 kms parece excesivo.
Bogotá, te pongas como te pongas, tiene poco que enseñar. Salvo miserias, que deben ser muchas. Yo, como buen turista, solo alcanzo a pasear por La Candelaria y alrededores. Plaza Bolívar con el Congreso, la sede del gobierno etc... cuatro casas coloniales, algunos buenos museos (el llamado del Oro, el más importante del mundo en su género, el de Botero, también notable) y poco más. Dejo para la vuelta el subir a los cerros que circundan la ciudad y que al parecer también merecen la pena. Cientos de puestos ambulantes, gente para todo, para limpiarte los zapatos, para enseñarte la ciudad, para robarte, para venderte cualquier cosa, gente con la que es fácil hablar, porque son amables, son educados, su castellano está lleno de cortesía...sé que me repito pero es así.
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Título de la obra: El mundo a la vuelta |
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Título de la obra de Botero: Viajero errante. |
Pero esto que veo es solo una pequeñísima parte de una ciudad en la que malviven más de 10 millones de personas y donde más de la mitad lo hacen en calles no asfaltadas, sin agua caliente, con un sueldo de mierda de 200€ al mes. A su lado, como siempre, hay gente con posibles, los he visto a la puerta de los organismos oficiales en el centro de la ciudad. El castellano de estos pollos no es tan amable, es impostado, y sus caras, lo juro, son estiradas, distantes, engominadas. Siempre así, el poder atonta.
Por la mañana he hecho un "free tour". No me ha gustado, muy largo y demasiado lleno de referencias históricas, le faltaba calidez. Pero me ha ayudado a entrar, más que en la ciudad, en el país. Y, como siempre, me ha servido para conocer gente. Había varios españoles, ninguno me ha interesado, me he inclinado por un alemán con el que además he comido. A él y a sus historias dedicaré unas líneas.
Se llama Heiner. Llegó ayer a Bogotá, venía de Masatepe, un pequeño pueblo de Nicaragua a camino entre Managua y Granada. Este pueblo está hermanado con el suyo en Alemania, Gross Gerau, un pueblo a poco más de media hora de Frankfort y de Maguncia. Desde Luxemburgo, por si alguien está interesado, se tardan 2h 30. Gross Gerau presta ayuda de todo tipo a Masatepe. Porque las carencias y miseria en toda Nicaragua deben ser enormes. Y ayudan a pesar del tiránico gobierno de Daniel Ortega y esposa, que han hecho del pais su finca particular. Por este motivo han empezado las reticencias por parte de muchos colaboradores alemanes por lo que pueda percibirse como "colaboración con una dictadura". Hay que joderse. Han bajado las ayudas y se entiende, y es que además, les gusté o no, tienen que hablar con las autoridades que, como es lógico, son del partido que gobierna
Como curiosidad, en Masatepe nació el escritor Sergio Ramírez, tuvo que salir por piernas de su país, ahora vive en España donde ha recibido el Cervantes. Uno de sus últimos libros es Tongolele no sabía bailar en el que pone a caldo a los gobernantes actuales y que está escrito con una heterodoxia lingüística digna de aprecio, me gustó; echadle un vistazo.
Heiner aprendió castellano en Bolivia hace algunos años y lo ha ido perfeccionando es sus viajes por estas tierras. La visita a Nicaragua también ha sido “de trabajo”, de seguimiento y apoyo a los proyectos en los que colabora la comunidad de Gross Gerau. No venía por aquí desde antes de la pandemia, como todos.
Su mayor afición es el ciclismo, hace largos recorridos por Europa con un amigo del alma (al que no he conocido, llegaba al día siguiente). Hace dos años fueron en avión a Lisboa y desde allí en bicicleta hasta Sevilla para después subir hacia Salamanca, y supongo que hasta Santiago, por el Camino de la Plata. Dice que extraordinario. También ha ido desde su ciudad natal hasta el sur de Italia, atravesando los Alpes, vuelta en tren; en fin, un figura.
Hablando de ciclismo me dice como avergonzado que se ha comprado una bicicleta eléctrica, que sobre todo lo hizo por su amigo, que tiene dos prótesis en las rodillas; pero le da como apuro hablar de ello. “Siempre estuve tan en contra” me dice, y termina: “me autojustifico por mi edad”. ¿Cuántos años tienes pues? (le había echado entre 60 y 70, como yo). 76 me dice, !Acojonante! Solo lleva 10 años jubilado, tiene una hija y una novia con la que también viaja. Fue profesor de lengua y literatura alemana y director de una escuela. Disfrutaba, pero ahora más. Y no se cansa. !Los viajes que me quedan!, pensé yo para mis adentros; cierto es que subiendo y bajando Alpes en bicicleta no me van a pillar.
Todo esto lo hablábamos mientras nos comíamos un soberbio plato de ajiaco, plato típico colombiano que me gustó mucho (tres tipos de patatas con pollo, ajo, mazorcas de maíz, también crema de leche y alcaparras al gusto; y saber hacerlo). Luego, en un sitio muy especial Heiner me invitó a un café de verdad. Él y su amigo van a estar por Colombia cinco semanas, prácticamente seguro que no volvemos a coincidir, una pena. Tengo su dirección de correo por si en mi próxima vida perfecciono mi alemán y me voy a Gross Herau a aprender lengua y literatura alemanas. Heiner también cree en los proyectos para una vida próxima, así me lo dijo.
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Así se ve el Ajiaco. La pinta puede engañar. |
Ahora estoy escribiendo en el avión, camino de Cartagena de Indias. El consejo de G. de no salir de Bogotá por carretera y otras circunstancias me han llevado a cambiar el plan inicial. Hoy dormiré junto a las aguas del Caribe.
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