martes, 21 de febrero de 2023

Maaambo!

No dejarse engañar por el título. Seguimos en Colombia. Más concretamente en Bogotá, ya recogiendo. Como hoy era un día de paso nada era lo que esperaba. Mi primera alegría: desde la habitación del hotel veo lo que parece una plaza de toros. Lo confirmo, no era un sueño. Cuando salgo camino del Museo Botero y veo que me pilla de paso el Museo de Arte Moderno. Eso no me lo puedo perder. Ya me perdí el de Medellín, este de Bogotá está diciendo vente. La bienvenida es notable: MAMBO, en colorines; museo, arte y moderno da para muchas siglas, a veces divertidas pero ninguna como esta: Museo de Arte Moderno de Bogotá, ahí está.  El de Medellín era MAMM, tres M, no sé qué pensar. En fin, que no hay mambo que valga, que hasta el 16 no estrenan exposición. Mi gozo en un pozo. A ver qué pasa en el siguiente.

El museo Botero se hizo con las donaciones que el propio artista hizo al estado Colombiano. Su colección personal (con mucho impresionista, cubista etc notables) y su obra propia de la que era dueño. Solo puso dos condiciones: que la colocación de las obras sería para siempre la que él dijese, no otra y que el acceso al museo fuese siempre gratuito. Con esto ya te cae bien un artista. Todos hemos visto esculturas en bronce de gordas supergordas inconfundibles. Más de una foto ha caído en este blog.  Fernando Botero tiene 90 años, es el artista colombiano más reconocido en todo el mundo; como escultor posiblemente de hoy y de siempre. Sus obras digamos de calle,  "caen bien" a la gente, son cercanas, tienen algo de personaje de comic que atrae. Y ahí nos quedamos. Pero no, Botero es un artista notable. Sus óleos, sus acuarelas, en tamaño grande, en tamaño pequeño, todos muestran su personalísimo estilo y me parecen buenísimas. Aunque lo que a mí más me ha gustado  son sus dibujos. ¿Por qué? Quizás por inesperados.

Mano de bienvenida al museo

Había otro museo que me hubiera gustado visitar de nuevo, el Museo del Oro, cierra los lunes.  Lo sustituyo por la particular "cuesta Moyano" de Bogotá. En libros no me atrae la segunda mano pero he encontrado algo que de otra manera sería imposible (Alvaro Mutis). No me enrollo con el temita pero diré que hoy he visto la tienda de libros de segunda mano más grande del mundo, que yo haya visto y que pueda imaginar. Habitaciones y habitaciones, en estanterías, en el suelo, en un piso, en otro. En dos palabras: inquietante, desasosegante. He "evacuado" exhausto.

He paseado por Bogotá, he subido en teleférico a Monserrate, alto alto, 3250 metros. En fin, he apreciado la ciudad, más de lo que anticipaba. No hay que presuponer, en cualquier rincón, en cualquier momento, puede surgir un encuentro que lo cambia todo, o que cambia algo, lo que no es poco.

Me despido. Me despido con palabras. Primero comidas y bebidas: patacón, michelada, tilapia arepa, tinto, perico, sancocho, casticazuela, arequipe, bandeja paisa etc. Y muchas otras, también expresiones: de pronto, tapabocas, voltear, parqueadero, regáleme su nombre y mi preferida:  legumbrería.

Me despido. Me despido con dos comentarios. Sobre los viajeros españoles a Colombia e hispanoamérica en general. Son pocos, muy pocos. Y jóvenes ninguno. Supongo que prefieren lo exótico y el idioma, tan sencillo, frena. Mejor Vietnam o Tailandia.  Lo entiendo pero que se piense. Para los curiosos: lo que me ha costado este viaje: 750€ el avión y 100 € diarios la estancia; quitando vuelos, que serían prescindibles, se quedarían en 80. Cualquier joven con razonables criterios de austeridad ahorra otro 20% sin problemas, total 60 euracos al día.

Me despido. Me despido con lo que me dijo un paisano, ahora no recuerdo quien: Gracias por venir a nuestro país. 

Hasta otra.

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