martes, 14 de febrero de 2023

Los Kogui

He tenido suerte. Suerte de que el Parque Natural de Taymara estuviese cerrado. Los dos días en la Comunidad Indígena Kogui han merecido la pena. Para empezar por el esfuerzo, añadase la compañía y lo especial del lugar y de su gente.  Parques naturales hay muchos...

Aquí las cosas van a otro  ritmo, habíamos quedado a las 7:30 y hemos salido más de una hora después. Había que aprovechar el transporte  y a Evangeline y mi nos han unido a un grupo que iba varios días a la Ciudad Perdida. Por el camino he charlado con dos chicas, una de Finlandia, que tenía una amiga en Valladolid y conocía bastante bien España; la otra mitad canadiense mitad mejicana, también conocía España, estudió un año en Granada. Las dos iban a servir de mucha ayuda al resto de la expedición, franceses todos ellos; pobres todos ellos, se les ve con enorme interés pero despistaditos.

Evangeline es india, de La India, tiene 27 años y vive en una ciudad cercana a Calcuta (dice que solo se tarda 9 horas en llegar). Ha estado trabajando en Bogotá para una ONG desde el pasado agosto. Vino sin hablar nada de español (habla, eso sí, inglés y cuatro lenguas indias, incluido el Indi). Hay que ver lo que ha aprendido (dice que en solo dos meses y por internet). Se la ve lista. Ha estudiado "moda", pero eso no es lo suyo. Es tan particular que se ha venido desde Bogotá prácticamente para hacer esta visita a los Kogui. Y ha ido y vuelto en Autobús, 14 horitas.


Con Evangelina  y Patricio




Nos ha dejado el microbús en medio de una carretera donde ha aparecido el amigo Patricio, purito indígena. Solo los tres, qué suerte. Nos habían dicho que tendríamos que andar unas 3 o 4 horas. Lo que no nos dijeron es que todo era cuesta arriba. Si alguna vez se mira en el móvil el número de pisos subidos en un día, uno se da por contento si pone 10 ó 15. Ayer, cuando llegamos a destino mi móvil marcaba 185 pisos. Prometo no volver a decir que me da bien subir, que no lo siento muy diferente del andar por llano. Agotador. Pero felices. A mitad de camino parada en una pequeña cascada para darse un baño y todo el camino charlando. Patricio es un vacilón y Evangeline, ya lo he querido anticipar, una chica curiosa por todo. Cada planta que ve le recuerda a una de la India o decide fotografiar para investigar,  cada hoja que Patricio nos da a oler es un descubrimiento; alguno tan vulgar como la hierbabuena. Tras el baño nos  ponemos el repelente aunque, al menos yo, no veo mucho insecto. Garrapatas a miles pero a mi no se me acercan. Llegamos con un hambre de mil demonios y  nada más comer los tres caemos rendidos. 


Nuestra casa. Con sus dos hamacas. No se duerme mal.

Los Kogui es una de las cuatro comunidades indígenas que hay por aquí. Su lengua se llama también Kogui. Esta comunidad la componen 16 familias, unas 100 personas. Para acceder a su territorio, llamado Teiku, no hay otra opción sino hacer lo que hemos hecho nosotros. Es decir, estás aislado. Tienen agua, y rica, porque  las montañas lo dan, pero no tienen electricidad. Han instalado una placa solar  que les permite cargar los móviles y poco más. Los móviles son compañeros inseparables, al menos de Patricio que siempre está yendo y viniendo. Los demás no se mueven sino por sus tierras, eso sí, como cabras montesas. Ni se mueven ni se han movido. Los chavales, algunos, salen fuera a estudiar. 

Patricio es un chimiluces, dice que pesa 35 kgs, tiene 39 años y 6 hijos. Hemos conocido a su mujer, que no habla castellano, y a varios de sus hijos. Dos de ellos, todavía no entiendo cómo, estudian Teología en Bogotá, ahí es nada. Yo creo que empujados y ayudados por alguna comunidad religiosa. Son cristianos. Leen la biblia en Kogui. Nos contaba Patricio algunas historias de sus ancestros (esta es una palabra que repite una y otra vez y que está en todas sus explicaciones) que acababan siendo una rara mezcla entre sus vivencias como pueblo y la biblia.  A veces cuesta entender a Patricio, no es un castellano cómodo, evita artículos y pronombres, conjuga simple y erróneamente verbos, pero se hace entender. La otra palabra que repite patricio es papá, todo se lo enseño su papá, que además era un hombre sabio, una especie de chamán. Dice patricio que sabio espiritual, nada que ver con un curandero, aunque por lo que cuenta cuerpo y alma se confunden a menudo. Su papá todavía vive pero en otra montaña, al parecer lo del cristianismo no le atraía mucho, dice que es "paganista",  y vive con otros hijos (hasta 16 que son, bien puede). 


Evangelina, Patricio y esposa


Todo esto y mucho más nos lo contó Patricio por la tarde, primero de visita a una piedra sagrada y luego en la propia cabaña en la que nos alojamos. Esta cabaña es de la comunidad, la usan para sus reuniones, hay otra detrás para las mujeres, también para sus reuniones y también para tejer y para celebraciones (nacimientos, matrimonios). El pastor de la comunidad es uno de sus miembros, parece que por aquí no aparece "la iglesia oficial". Otras personas relevantes son la partera, el maestro y el curandero. Luego están las niñas, hay bastantes,  supongo que habrá también niños pero casi no vimos. La escuela está a dos minutos (subiendo) de la cabaña comunal. Las niñas vienen de no se sabe dónde y desaparecen tampoco se sabe cómo. Son muy simpáticas y educadas. Y juguetonas, muy juguetonas.



Empezaba a oscurecer, Patricio y una hija pequeña tocaron para nosotros, a la luz de la lumbre, tambor, flauta y maraca. Noche oscura y espléndida que nos fue derrotando poquito a poco hasta caer rendidos una vez más.


La brisa trajo las lluvias y al amanecer las tierras estaban húmedas y resbalosas. Con mucho cuidado subimos (siempre subir) a conocer la casa de Patricio. Ahí quedan dos fotos. Nos enseñaron lo que tejían y cómo. Evangelina les regaló una tela que había traído desde la India. Casi tres metros por uno. Sorprendente. Ya dije que era una persona poco convencional. Nuestros anfitriones entendían que era para intercambiar.





Y a media mañana, iniciamos la bajada, también de cuidado, también con una cascada de por medio Patricio nos dejó al lado de una carretera donde nos recogió un coche para traernos a Santa Marta. No se me quitaba de la cabeza que Patricio ahora tenía que volver a subir, llegaría a casa ya de noche.


Adiós amigo



2 comentarios:

  1. Jo, qué interesante esta escapada... Pero en algo me he perdido... dónde se quedó el grupo que iba a la ciudad perdida , la finlandesa y la canadiense??

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    1. Siguieron su camino con su grupo hacia la Ciudad Perdida. Fue poco tiempo pero interesante.

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