domingo, 27 de marzo de 2011

Arriba en el Pacaya


Ya arriba del Pacaya me paro a charlar con una señora de edad indefinida que vende por pocos céntimos cuatro chucherías que a nadie interesan; es media mañana, le compro unas galletas y unas patatitas, las comparto con ella y con su hija mientras hablamos: ¿A qué hora ha subido hasta aquí, señora? A las ocho. Pero a esa hora no habría nadie. No, me responde, a la vez que compro más chucherías, pero por si acaso señor, por si acaso. Mis compañeros se alejan y le digo a mi nueva amiga, a la vez que pago, que me voy. Como queriendo retenerme, murmura: no se vaya mi señor….


De vuelta observamos a lo lejos una especie de fábrica; nos dicen que es de un israelita, que es una planta geotérmica, que produce no sé cuántos megavatios, pero que ninguno se queda por aquí, todos se los llevan hacia el Pacífico. Sacan la energía desde las profundidades de la tierra caliente, quinientos metros dicen, y se la llevan. De quién es el agua, de quién es la tierra, de quién la montaña. Ahora los campesinos ya no venden sus tierras, tampoco tienen la energía. Ni a la señora ni a la central se los llevó la lava.


Foto: oculta tras la niebla la central

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