


Y en el centro de esta bonita ciudad está el Parque Central, alrededor del cual se vertebran Avenidas y Calles, avenidas norte y sur, calles oriente y poniente; ciudad cuadriculada. En el Parque la Catedral, y la Catedral destruida a la vuelta; y en el Parque, el Ayuntamiento, y junto al Ayuntamiento el Museo del Libro Antiguo, y en este museo, pequeño y no muy bien cuidado, he podido ver una primera edición de la segunda parte de El Quijote. Emocionante.
Aquí, en el Museo, una antigueña de toda la vida, la conservadora jefe, Marta, me ha contado sus penas, las penas del que quiere y no puede. Y es que Guatemala sufre cada poco tiempo una catástrofe natural (o no) que hace que los escasos recursos haya que moverlos de un sitio a otro; y, claro, la cultura, se queda un poco al margen. Se entiende: cuando ves la miseria que hay en el país, cuando notas el agradecimiento de un niño por una caramelo o de una madre por una galleta, entiendes el orden correcto de las cosas; y sientes un desprecio profundo por aquellos que roban, que no serán muchos, pero que se llevan lo poco que hay.
Y calle arriba, calle abajo, una vuelta por el mercado y otra por la estación a disfrutar del variado colorido de autobuses; un poco hacia el norte, otro poco hacia el poniente; una tortilla rellena de chile, unos frijoles en ensalada y cómo no, un guacamole de la tierra y una fruta que nunca antes comí. Un poco de lectura, unas horas de sueño y listos para mañana madrugar, que a las seis comienza el día. Ah, se me olvidaba: a los de La Antigua Guatemala les dicen los panzas verdes, y es por los muchos aguacates de esta tierra que tienen a bien comer. Y verdaderamente están muy buenos.
Fotos: La Antigua al anochecer,Autobús multicolor (aquí les llaman "chicken bus", no es difícil adivinar el porqué: van como pollos) y el patio del Hotel.
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