miércoles, 13 de febrero de 2019

Posfacio 2, videos


Posfacio. Reparando olvidos.

Las empanadas
Siento debilidad por las palabras, por el idioma, supongo que se lo debo a mi padre. Él siempre citaba a Unamuno cuando para quitar interés a la forma hablaba de las “gramatiquerías”. Pero Unamuno, como mi padre, como yo, todos somos amantes de las formas del idioma, qué duda cabe. Y los vericuetos por los que anda nos emocionan. En Chile me he encontrado con mucha gente que también así lo siente. A más de uno, joven o viejo, pregunté por una palabra o expresión y me contestó: “pero eso no está en la RAE”. Más tarde yo consultaba y a lo mejor sí estaba o a lo mejor no.  Su amor por la palabra estaba claro.

Quizás haya observado el atento lector que no pongo tilde en la palabra video. Mimetizo con el entorno. Mi padre decía que vídeo (con tilde) era “un palabro”, que en el español más puro, el que se habla más allá del Atlántico, decía él, se dice video (sin tilde).
Mesero, quien atiende las mesas en un restaurante. Qué podía ser si no.
Tomar que no beber. Bebestibles, fácil. Una copa de vino, nunca un vaso. Bebidas, los refrescos. El plato principal en una comida es el fondo, no me parece mal. 
La estación es solo de trenes. El autobús para en la Terminal. Vaya enfado se me cogió un pollo con esta confusión.
Aquí los dibujos animados son monitos animados. Me gusta.
Lo contrario de ingresar y que se utiliza de continuo es egresar. Qué sencillo, qué bien.
No se dice cuánto tarda en llegar sino cuánto se demora. A mi me suena más prudente.
Un hombre seco es un hombre capaz.
Pololo/a, novio/a.
El grifo es la llave, por qué no.
Chicotea los caracoles, apúrate.
Estaba de mala caña, con un hachazo, con resaca.
Tener una chiva, una escusa.
Y las horas, en inglés: diez para las nueve, cuarto para las dos…Qué difícil.
Aquí las cosas no se tiran, se botan. Tirar es otra cosa, me dicen. Me acuerdo del coger argentino, pero no sé si estoy bien encaminado.
Y tantas otras que he citado más atrás: bajativo, altiro etc.

Cambiando de tercio, no quiero que se me olvide una última curiosidad sobre la mesa: aquí el tomate, como fruta que es, siempre se sirve pelado. Una gozada. Era la época, he comido los que he querido.

Últimas noticias sobre el temporal: al día siguiente de dejar Iquique, llovió. Cerraron el aeropuerto.  En dos horas más que en los últimos quince años. 

Noticias de mi amigo el concejal de San Fabián. Esta mañana tenía un guasap suyo a primera hora: buen viaje, decía. Increíble. Y ya que le menciono recordaré una pequeña conversación que tuve con Rodrigo sobre el lugar de nacimiento de Violeta Parra. Como se sabe, la casa natal está en  San Carlos, pero los de San Fabian se pelean por el lugar de nacimiento (aunque ya tienen, ese confirmado, el de Nicanor Parra, hermano y antipoeta) y mi amigo político me dio mil argumentos para justificar que no era sancarlina, que nació en San Fabián. Yo le contesté que a mi parecer este tema le traía al pairo a la amiga Violeta porque nunca lo aclaró ni lo desmintió, ni hay constancia de que volviese por estas tierras o le preocupasen lo más mínimo. Y que siendo así, para mi no era ni de un sitio ni de otro. Ante tal contundencia argumental solo pudo decir: pero Nicanor sí, ese sí.


Luchito

Luchito es un hombre inteligente, bueno, amable y educado. Y es un  hombre culto que lo mismo habla de historia que de etimología y que en cualquier conversación sabe poner su granito. Él me enseño que pololo tiene al menos tres significados: insecto, novia, pantalón corto. 

Luchito habla de su mamá y de su papá con gran respeto. Aquí siempre le dicen mi mamá y mi papá, nada de padre ni madre; en sus voces tiene una sonoridad especial. Luchito acabará este próximo año su ingeniería metalúrgica pero su pasión es la música. Esta mañana se ha levantado para despedirme, le he preguntado qué le gusta hacer por la mañana, responde que hasta hace poco lo primero que hacía era cantar , “ahí es ná”. Ahora cree que es mejor que la voz caliente poco a poco y empieza más tarde. Él quiere ganarse la vida con la música. A su papá el plan no le seduce pero Luchito está decidido. Hace dos años tuvo una depresión que le alejó de este mundo, dudas con la ingeniería, la muerte del abuelo en casa… Luchito es un hombre sensible. A las dos horas de llegar yo a Los Andes dejó sobre mi cama (su habitación que le quité) una décima de bienvenida.  El gato que merodea por toda la casa y al que recogió en las calles dice le ayudó mucho a superar la depresión.  Luchito es adicto a la música, cuando no es el violín es la armónica o está componiendo o cantando…. Hay que decirle: para. Y él con humildad pregunta: ¿le canso? Y a los dos minutos se emociona de nuevo enseñándote en el móvil la última canción que ha compuesto o cantándote un bolero, sabe que me gustan.

La habitación de Luchito.
Luchito me ha dado una lista con más de 25 grupos/cantantes/canciones. Antes de salir le he pedido que me la redujese para compartirla en el blog.  Se que a alguno de mis seguidores le interesará. Algo he oido estos días, creo que merece la pena profundizar, habrá de todo, seguro: rancheras, boleros, cuecas.

    • Orquesta punta e diamante
    • La flor del recuerdo
    • Daniel Muñoz y los Marujos
    • Nano Stern
    • Los Visconti
    • Los nocheros
    • Cantata Santa María de Iquique
    • El temuticano, Tito Fernández
    • Inti-illimani, el canto de todos
    • Santiago del nuevo extremo
    • Los del Mapocho, 

Como diría mi padre, bellísimas personas,  todos ellos, Luchino, Gisselle, el Mecho (obsérvese que he corregido, no es Mencho) y la Inés. Todos.Hay que ver la preocupación de Mecho por lo que hubiera podido ser lo que no fue casi nada: un pequeño incidente que tuve al abrir la puerta trasera del coche (se arregló con 15 dólares). Y la de Inés por si nos perdíamos en Valpo.

La gente chilena en general me  parece tranquila y educada. No saben decir no. Un día en un hotel pedí que me imprimiesen algo; altiro soltó el recepcionista sin dudarlo, se me quedó mirando como esperando algo y al poco me dice: lo único es que no tengo impresora. En los autobuses, en los que tantas horas he pasado no hay persona mayor que baje sola, siempre hay una mano amiga, también para los bultos, también en los autobuses urbanos. 

He tenido mucha suerte en este viaje, si no me equivoco solo me he cruzado con un español (la estudiante de Iquique) y las conversaciones con turistas de latitudes no hispanas no han pasado de tres, ese es todo el inglés que he practicado. Siempre chilenos, en un viaje eso no tiene precio. 


Y esto es todo en Chile. Como ya dije, estos viajes también quieren serlo hacia adentro.  Este cuaderno me ayuda mucho. Entiendo que a veces  pueda resultar largo y pesado. Lo siento por ustedes, a mi me sirve. 




Ciudad fantasma












Minicollage




Mariscales para llevar



















martes, 12 de febrero de 2019

Despedida



Mi cazuela
Qué mejor para las últimas horas en Chile que disfrutarlas en compañía de amigos chilenos. Así que en lugar de dormir en Santiago me acerco a Los Andes dispuesto a pasar la tarde del lunes en la cordillera. Además intuyo que me está esperando una “cazuela” como Dios manda. La hospitalidad de esta familia es algo casi olvidado. El puchero, que también así se le llama, es una sopa (como La Paila) en la que se sumergen vegetales y carne, vacuno con su hueso, que le da sabor, choclo (riquísimo el maiz, riquísimo),papas, zapallo (o sea calabaza) y especias varias; todo ello acompañado de ensalada chilena (tomate y cebolla) y cómo no de pebre, una pequeña ensalada  pequeñita de la que me he hartado en Chile  (normalmente tomate y cebolla picaditos con cilantro y ají, ahí le va el picante). Según la cantidad de cada ingrediente a veces predomina el rojo, a veces el verde.

Comemos en el porche, comemos tarde porque en la terminal a donde me han ido a buscar, nos hemos despistado ridiculamente más de media hora. Yo creo que nadie en el lugar recuerda que un autobús de Santiago llegase a Los Andes con 15 minutos de adelanto. Pues  eso ha sucedido. Pero no importa, la comida ha sido relajada y la sobremesa musical, eso que no falte. “Si vas para Chile” estaba en el desván de mi memoria, mi padre también la cantaba, y hoy la hemos cantado juntos. Luego hemos visto fotos, hemos reído con las cosas de Mecho, cafecito brasileño y purito para las ocasiones. 

Mecho tenía  un regalo de despedida. Subida al cerro de la Virgen. En coche, por supuesto. Pobre coche, un camino de cabras, casi solo apto para mulas (que dice Mecho son los animales más duros e inteligentes para andar por la cordillera). Merece la pena.  El río aconcagua resulta ridículo a pesar de su nombre, la magnificencia de los cerros que le rodean y que rodean a la comuna de Los Andes y que ya en lo alto nos rodean a nosotros es memorable. Entiendo que quien aquí nace aquí quiera seguir viviendo. La cordillera es sobrecogedora, creo que ya lo he dicho pero a medida que pasan los días el sentimiento es más y más envolvente. Me viene a la cabeza, (siento parecer  un cultureta), el río y la montaña de San Manuel Bueno Mártir, de Unamuno.




Aromas de cordillera


















Hablando de culturetas, qué placer escuchar a Mecho cuando cuenta historias de Historia de Chile. Y de la conquista de América, y de los pueblos indígenas que habitaron todo Chile, desde los Chinchorros al norte (viejos conocidos), los Dieguitos y otros hasta los Araucanos en Tierra de Fuego. Y cuenta historias de unos y de otros. Del jefe Michimalongo, que vivía en lo más alto de un cerro en forma de mesa que desde aquí se ve; y que guerreó contra los hombres de Diego de Almagro y de Valdivia, descubridores de Chile, si así se puede decir. Y cuenta historias de esos guerreros infatigables que fueron los Araucanos y que él ha leído en la versificada La Araucana (de Alonso de Ercilla). Y cuando hay algo que puntualizar ahí está Luchito que de todo sabe y tiene criterio.
Vestidos de puro huaso






En casa cena liviana y sobremesa con la abuela pocha, con la música de Lucho y hoy con los cuentos de Mecho. Recordaré siempre las historias pero me reconozco incapaz de contarlas. Los títulos lo dicen todo: El chancho siamés, La escopeta de mi abuelo, La perra con pata de palo. Reimos con ganas. A Inés hoy le toca cuidar de su madre por la noche, nos despedimos. 










Esta mañana Mecho me ha acompañado a la Terminal camino del aeropuerto, donde ahora escribo. Por el camino me ha contado con gracia que tienes, otro cuento: “la mano de la niña”, la monda.












Emocionados uno y otro nos hemos dicho hasta siempre. 

Adiós Chile

(PD: falta un artículo, se siente, que escribiré en el avión)





Adios cordillera.  A ti te lo  digo jefe Michimalongo











lunes, 11 de febrero de 2019

Dos videos inolvidables. No os los perdáis.



Hasta Las Trancas

Hoy he ido al Valle Las Trancas. A unos 75 kilómetros de Chillán, es este un paraíso para los esquiadores y otros amantes de la nieve. En verano es otra cosa, a fin de cuentas naturaleza y naturaleza salvaje, sin esa horrible señalítica tan común en Europa y que nos previene de todo despiste, de toda pérdida, de todo error. Qué odioso me resultó cuando por primera vez lo vi en   los Alpes suizos, hace más de 35 años. Ahora es moneda común. A Las Trancas todavía no ha llegado. Es fácil que bajes por un sitio distinto del que usaste para subir, a mi me sucedió con el mirador del valle. Es fácil que te pases de largo del lugar al que querías llegar y repares en ello un buen rato después, a mí me sucedió con la cascada de Rucapirén. 

Desde el mirador unas vistas sublimes, las imagino con nieve. Al fondo el volcán  Chillán, en alerta amarilla desde hace unos meses. Qué quiere decir no lo sabemos, pero cenizas a sus pies las hay.  Esta tierra chilena está bendecida por la naturaleza; cuando no es un tsunami es un terremoto y si no, un volcán. O un desierto abrumador o unas inundaciones ingobernables, que me lo digan a mi. Camino del mirador me cruzo con una pareja con una niña pequeña, Camila,Patricio y la niña Amalia. Me preguntaron de dónde venía, como todos te preguntan. Cuando les dije Burgos, ella se puso a cantar y a mi se me puso sonrisa tonta y no se me quitó durante un rato.  Le pregunté si podía repetirlo y yo grabar. Por supuesto responde Camila con generosa sonrisa. Siempre se lo oí a mi papá, no sé ni  por que ni de qué, él nunca anduvo en España. Qué maravilla. Qué insospechada maravilla.Este mundo no deja de sorprenderme en cada esquina. Premiaré al que lo reconozca, yo no lo había oido en mi vida. La familia había alquilado una cabaña para este fin de Semana en Las Trancas, de primera repite él, en invierno el precio se pone por las nubes, ahora da gusto. Y lo da, porque la zona y las cabañas tienen un aspecto insuperable. La familia es penquista, de la capital, Concepción (gentilicio robado a una ciudad menor y muy próxima. Si no, serían concepcionistas, digo yo).

La subida al mirador es regular, la de la cascada algo más dura. Más que subir es trepar, tanto es así que la manera de no tropezar y caer es agarrarte una tras otra a todas la raices que salen del suelo y resistentes plantas como bambú que crecen a los lados. A ratos vas como arrastrado. La arena se fija a la piel, al pelo y a la ropa. Y lo dicho, me paso de la raya y sigo subiendo, sospecho mi error pero no lo confirmo hasta que me encuentro con una gente que trepa a lo más alto para hacer barranquismo. !Vaya, vaya! El destino que siempre te reserva lo mejor (y lo peor, qué duda cabe). Son dos guías, Luis y Patricio; las novatas en el arte del barranquismo, Carla y nuera, Camila. 


Carla aventurera declarada. Camila,urbanita en proceso de reconversión. A sus maridos les da por la bicicleta, de montaña y muy profesional. Pero que ellos ni se tiran por un barranco ni se lanzan en parapente como quiere hacer Carla más pronto que tarde. Con ellos voy hasta lo alto y disfruto viendo cómo se preparan para lanzarse al interior de la catarata. Me muero de envidia, no hubiera dudado un segundo si hubiera sido posible el tirarme con ellos. Hubiera sido necesario al menos un traje de neopreno. Les pido fotos, les hablo de mi blog, Camila me dice que me seguirá, ya veremos, ojalá. 

Patricio es un joven de sonrisa perenne a lo que se ve enamorado de estos deportes de cuerda.  Y, de su polola, diría, porque con ella quiere recorrer el mundo. Estudia Turismo, acaba este año. Las prácticas, ya las tiene hechas. Pololo, le explico a Patricio (lo aprendí con Luchito) es un insecto y  por no recuerdo qué motivos, que Luchito me explicó debidamente, devino en sinónimo de novio. Pero además todos sabemos lo que es un pololo (calzón). ¿Todo esto viene en el diccionario de la RAE, me pregunta? Pues sí amigo, sí, como lo oyes.


Patricio se lanza el primero. Cuando yo bajo (destrepo si así se pudiera decir) hasta el lugar desde el que se ve la cascada en todo su esplendor y que yo me pasé en la subida, Patricio ya ha bajado. Maravillado por la belleza del lugar disfruto como un niño viendo descender primero a Carla y luego a Camila. Cuidado, que os mojáis, les digo riendo. A disfrutar con el video como yo disfruté cuando lo grababa. 


Carla descendiendo. Qué envidia.



Un día agotador. Domingo, todo cerrado, solo en el hotel puedo comer algo, pero rapidito que cerramos pronto. Una última sorpresa: puedo probar el salmón chileno a la plancha (en cebiche ya lo había probado, no especialmente de mi agrado).  A la plancha, muy rico.

Así que a planchar la oreja tocan, que mañana inicio el camino de vuelta


Luis, el blogero, Carla, Camila y Patricio






Chillán, parada y fonda.

Tur-bus, bien conocida, ahora en novela 


Puesto que el norte no me quiso tomé dirección al sur a sabiendas de que solo podría ser una toma de contacto y solo del sur más inmediato, del chico. El sur grande, aquel del estrecho de Magallanes y del Círculo de Fuego, quedarán para otra ocasión. Incluso los lagos, Puerto Montt y tantos lugares míticos tendrán que esperar.T





Decido ir primero a una pequeña ciudad llamada Chillán, a cinco horas de carretera de Santiago. Chillán era una ciudad colonial pero en los años 30 un terremoto arrasó el 95% de la ciudad, solo quedan vestigios. A la ciudad sin embargo le quedan los aromas. Fue el mayor terremoto de Chile y uno de los grandes del mundo, al menos e número de muertos, más de 30.000. La vieja  catedral fue sustituida por una moderna y curiosa que se ha vuelto bandera de la ciudad;  su perfil representa las manos agarradas de una persona rezando. La ciudad conservó en sus mapas el recuerdo a la ciudad arrasada y así se ve en todos los mapas un “Chillán viejo” pegadito al Chillán que conozco.  

En una visita a la oficina de turismo, que, hay que decirlo, oficina que me cuesta encontrar (internet en estos lugares es para algunas cosas, todavía, un viaje que recorrer, bendito sea), el joven que me atiende se explica tan bien y es tan agradable que me convence para que alargue mi estancia en Chillán. Poco a poco me va diciendo lo que acaso quiero oir y me conduce hacia caminos que no estaban en mis planes… y me dejo llevar.  Ah, el poder de la palabra.  Cómo lo envidio. Pero qué peligroso es. Es cara y cruz. Cuando alguien zalamero te convence y luego reparas en el engaño, ah, qué desilusión, qué fraude. Pero qué gusto mientras le escuchas. Y si no hay engaño, qué satisfacción. A veces me alegro de no tener este don de la palabra. Porque uno lo sabe y se recrea y  es díficil resistirse a malutilizarlo y abusar de la bondad ajena. Cuántas frases hechas, cuántas ideas que no lo son, puestas en boca de un buen orador, embaucador, se convierten en consignas que se repiten una y otra vez, como el eco, y se acaban convirtiendo en verdades absolutas, indiscutibles, innegociables. Por eso me son tan admirables los hombres silenciosos, los que solo escuchan.

Poco a poco me voy convenciendo de que Chillán y alrededores será mi único sur de Chile. Tengo así la oportunidad de probar unas carnes fuera de este mundo (restaurante “el fuego di-vino”, tira asada de vacuno, qué horror, hay quien la come con salsa a la pimienta y otros mejunjes). Y de cenar en un pintoresco lugar que su nombre lo dice todo (“onde´l Pala”; Pala sería el que lo montó, digo yo). En este lugar iba a ver y oir cuecas. Iba, porque no me salió bien. Lo que al final no alcanzo a probar, y ahí se queda para otra ocasión, son el pastel de choclo (maíz) y la humita (también a base de maiz, y que puede ser dulce o salado). 
Tres noches en Chillán para ya luego iniciar el camino de vuelta.
Vista parcial del mercado

En Chillán visito el mercado. Cualquier mercado tiene interés, hay algunos, todos los hemos visitado, que son especiales. Este es uno de ellos. Por su disposición física, por sus productos, por la sensación de autenticidad, por su luz, por su color, por las gentes que lo atienden, por sus olores, por su limpieza, por sus suciedades, por  la sensación de libertad o por la sensación de ahogo, por los asiduos, por los ocasionales,  por las connivencias internas que se intuyen, por los secretos que    no se alcanzan a saber, por los precios, por los regateos, por los malandrines, por los que piden, por los que viven día y noche a su abrigo, por los que no conocen otra vida, por los que saben y por los que no, por los mirones y por los que desconfían, por los descuidados, por sus claridades, por sus oscuridades, por todo. Este mercado es especial, pero, como ya quedó dicho, ni mis palabras ni mis fotos, ni siquiera las magníficas fotos que seguro hay en la red, ayudan a entender ni una parte de lo que es, no hay otra sino pasearlo, todo lo demás son filfas.


En San Carlos, a poco menos de media hora en autobús está la casa natal de Violeta Parra, La Violeta.  Y me dicen que hay que visitarla. Un fraude. Eso sí, con todos los parabienes oficiales, “monumento histórico nacional”, y no es casa ni es nada. Un cuidado patio y unas salas donde supuestamente nació Violeta Parra y donde ahora se proyectan unos penosos videos sobre su vida y su obra. Ya me empiezo a mosquear cuando veo que la única preocupación del que cuida de la casa es convencer a los visitantes de que aquí nació  la artista, en San Carlos. Certificado de nacimiento, reconocimiento de no sé qué ministerio,  declaraciones de su hermano Nicanor….  Más tarde, camino de San Fabián, leo en un folleto que me dan, que Violeta vivió sus primeros cuatro años en San Carlos. Y nada más se supo. Ni lo menciona en sus poesías y canciones (como hiciera Gabriela Mistral) ni se sabe que por aquí volviera. Un fraude.

En San Fabián tomo un café, sino bueno, algo difícil de conseguir en todo Chile, al menos bien servido, lo que no es poco. Cuando ya me voy, veo en la televisión hablar al entrenador del Atlético de Madrid, parece que han jugado con el Real Madrid y han perdido. Hago un comentario como para mi pero un señor que está con dos chavales me entra al trapo. Se apellida Ávila, me dice, su nombre le viene de la ciudad española, afirma con rotundidad. Mi  papá, dice, estuvo hace poco a visitarla….son nuestros orígenes. Lo dice con convicción, como si no tuviese claro de que así fuese y  lo fundamental fuese convencer al que le escucha. Yo me lo creo…más tarde me entrarán dudas sobre esas busquedas de antepasados, de historia…Ya me entenderéis. 

Se llama Rodrigo Antonio. Dante José Humberto el chico pequeño. Y el mayor, 13 años diría yo, un chaval educado, amable, cabal, eso se aprecia “altiro” (luego me explico). Se llama Joaquín Rodrigo. Tiene un don para la música, dice su padre. Le hicimos terapia musical en el embarazo y como la música nos gustaba mucho, le pusimos nombre de artista. Y luego les salió artista, dicen. Lo que el amigo Ávila no sabe y yo le explico es que el nombre del maestro Rodrigo no era compuesto; se llamaba Joaquín, Rodrigo era apellido.  No acaba de creerme. 

Altiro, de uso continuo en Chile, dice el diccionario de la RAE: inmediatamente, utilízase en Chile coloquialmente, etimología: al tiro. Y es que para cualquier cosa que pidas en estas tierras la respuesta inmediata es altiro…aunque luego no sea tan inmediato. Porque, hay que decirlo, el chileno es tranquilo, tiene una pachorra que a los vehementes destroza. Cuando sabes cómo son las cosas, te abandonas y pasa. En un hotel pedí que me llenaran la cantimplora. Altiro, señor. A los diez minutos les pedí que me la devolvieran, que tenía prisa. Tendrían buenas razones, no lo dudo.

Le pregunto por la fiesta del Chivo que creo se celebra este fin de semana en San Fabián, me dice que me vaya con ellos, que  me enseñan su ciudad y que me acercan al lugar donde se celebra la fiesta y que por cierto está al lado  de la “pequeña” finca de su papá. !Vaya finca! Me da su web, a través de la cual su familia vende “eventos y excursiones” por la finca y alrededores, www.saboresybosque.cl , todavía no la he visitado. A un lado el cerro Alico, más allá el cerro Malalcura. Lugares paradisíacos me dice Rodrigo donde en noches de luna llena no se necesita otra luz para caminar. Cada dos por tres se va unos días a esas tierras, con sus hijos, con las carpas (así le llaman a las tiendas de campaña) y los sacos, y se oxigenan. La familia quiere explotar la idea y organizar excursiones, para aventureros y menos aventureros, a estas privilegiadas tierras. Le interesan los extranjeros, debe ser por la guita. 






Rodrigo es generoso con su tiempo, que es una buena medida de generosidad. Rodrigo es político. Yo diría que 50/50 con todos esos negocios en torno a la finca de su papá (aquí siempre le dicen papá, nada de padre o madre). Resulta que Rodrigo es concejal, me dice de qué pero es tan largo que no me acuerdo: cultura, planificación estratégica, deportes y otras “carambainas”. Me da que manda mucho, además es del partido gobernante en el país (Renovación Nacional, derechas) y dice tener buenas relaciones a nivel regional y nacional. Seguirá mandando.
Junto a la piscina me presenta a su hermana, María Graciela, y a unas amigas, nos intercambiamos teléfonos. Me acerca donde se celebra la fiesta del chivo y me conmina a que sigamos en contacto, que quiere desarrollar esa idea de potenciar hacia el exterior el turismo de esta región. No se puede ser más amable, aunque cuando se va me queda en su 4x4 me queda una extraña sensación de vacío que también descubro en su mirada.




Chivos abajo, chivos arriba
No puedo comer chivo, tengo que reservarme para la cena. Pero no renuncio a probarlo. Exquisito. Hay que ver cómo saben las cosas hechas a la vieja usanza. Y una sorpresa, no total pero casi. La fiesta del chivo se celebra al lado de “la media luna”, una especie de plaza de toros pero con una barrera interior, en el ruedo, en forma de media luna. Aquí se hacen los rodeos, fiesta tradicional chilena que tenía ganas de ver y que pensé que también iba a dejar para otro viaje. Y aunque no he visto el rodeo, me lo han explicado (como dos jinetes marean al toro y luego acorralan al toro y en función de cómo lo hagan obtienen unos puntos…), he visto la famosa media luna,   he visto jinetes vestidos al uso y todo ello con un a costillita de chivo que me regalaron. Un día completo. Pena que las prometidas cuecas “onde´l Pala” se quedaran en un cantautor, interesante pero muy lejano de la fiesta amorosa entre china y huaso que en la cueca se ve.

De vuelta a casa, guasap de Rodrigo, ¿Todo bien amigo? me pregunta. Debo reconocer que un político es un ser extrañamente admirable. 



La media luna. Los rodeos