miércoles, 6 de febrero de 2019

De San Pedro de Atacama a la calle Baquedano

Con todo el dolor de mi corazón decido no ir a San Pedro de Atacama, corazón de la región. Luego he descubierto que fuimos muchos los que tomamos la misma decisión. Así que me quedé en Antofagasta (tenía bilete hasta Calama) y desde aquí en autobús hacia Iquique, en la costa norte. Lo bueno es que iba a  disfrutar del desierto de día, seis horas más de carretera y con vistas panorámicas. Te dicen que cojas el avión que es más cómodo, pero a mí no  me lo parece. Ahora estoy en un aeropuerto, llevo ya tres horas en pie, tengo dos de vuelo y otras dos para acabar en el hotel de destino, total siete horas. Y más tediosas no pueden ser, la gente anda inquieta, le obsesiona comprar cosas, guarda colas interminables, se quita cintos y zapatos para pasar controles, es tratada lo mismo con altanería que con sumisión pero nunca con normalidad, bebe horribles cafés a precios impresentables, recorre kilómetros de aburrido caminar, consulta mil veces las infinitas pantallas que adornan el paisaje y sus bolsillos… En autobús, como en tren, las estaciones están en el centro de las ciudades, la gente que viaja en estos medios no suele tender a la soberbia, su despiste es más relajado. Y ya sentados, en el autobús normalmente se habla con el compañero de otras cosas que no son los viajes fantásticos que has hecho ni  de los avatares tan especiales que te han sucedido con tu tarjeta de embarque o con la compañía aérea con la que volaste el mes pasado; se habla del tiempo, como debe ser.




He disfrutado del desierto.  Cuelgo unos malos videos que pretenden ilustrar cómo es. En apariencia nada especial, más bien triste, feo, duro, amenazante, inhabitable. Ese mismo carácter le confiere interés.¿Es que acaso no lo tienen la melancolía, el rechazo, el miedo o las dificultades? Cansado como estoy no descanso, me empapo del paisaje, mi compañero de viaje es un chaval que pasa su tiempo con juegos de “la play”. Lo único que sé de él es que quería ir unos días a Arica (norte norte), que ha quedado con un amigo y que a ver que le cuenta en Iquique. No parece que le preocupe. 





Son casi 1.500 kilómetros de desierto. Más seco que el Sahara. Vivir en el Sahara, aunque pueda sonar raro, me parece un privilegio; vivir en puro desierto Atacama es más sobrevivir. Como el agua y el vino pero desiertos a fin de cuentas. Impone,, sobrecoge, es lo que a mi gusta.








  

Iquique, dicen que viene de “iquéiqué” no recuerdo si aymara o quechua. A mi me gusta pensar que viene de “y qué y qué”…nada de etimologías raras.

Iquique, ciudad de largas playas, en no todas permitido el baño, es el destino desde el que tenía previsto hacer excursiones al interior y al altiplano. En el mapa resulta atractivo, ¿a que sí? Como referencia, que no se ve en el mapa: Arica está 300 kms al norte de Iquique, también junto al mar, ahor sin acceso. Al ladito de Perú, Tacna a 50 kms. Pues bien, el plan era estar en Iquique hasta el viernes 8, fecha en la que tengo vuelo de vuelta a Santiago.







Pero tengo un mal presentimiento. De momento me concentro en el corto plazo: dejar mochila, limpieza de ropa, ducha, una buena cena…Empezamos bien: el hotel divinamente situado, en la calle principal, Baquedano, una calle bonita donde las haya, la habitación luminosa, con vistas al mar, la cena, al aire libre, en un restaurante peruano (aquí es habitual la comida peruana), un buen cebiche (aquí con b alta) y un pulpo a la brasa digno de recordar, un purito y a la cama pronto. Mañana ya veremos, aunque tengo un mal presentimiento. Lo digo también por un lector que me pedía pasión y suspense. La pasión, la demuestre o no, la traía, el suspense está comenzando.











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