domingo, 10 de febrero de 2019

Al paraíso

El día se alargó, estuvimos escuchando cueca brava. Los colegas de Luchito se reúnen  todos los miércoles en el único local que les aceptó y le dan y le dan. También bailan, yo porque no quise.  Y luego de cháchara hasta casi las dos de la mañana.  El jueves Mencho se regaló el día, Inés también se lo tomó libre, de lo que más me alegre debo decir, le hacía verdadera ilusión romper con las obligaciones diarias. La abuela quedaba al cuidado de la cuñada. Así que la familia y el intruso nos fuimos en el colectivo rumbo al mar.

Decidimos ir arriba de Valparaíso para ir bajando en busca de nuestro destino final, una ciudad de la que solo había oido buenas cosas y que no podía dejar de visitar.  Paramos cerca de Los Andes, en San Felipe, aquí trabaja Gisselle y salió a saludarnos, tan encantadora o más si cabe que al teléfono. Una pena no haber podido coincidir más veces en estos días.

Luego camino de la costa, Putaendo, La Calera, Pulalli, amenizados con las músicas de Luchito y alguna ranchera que se echa Mencho, llegamos a unos pueblos turísticos pero con sabor; ahí están las fotos con los pescadores que lo certifican. Estas imágenes son cada día más difíciles de ver, vayas donde vayas. Papudo, Maintencillo y a comer a Concón. Todo el camino es un disfrutar Pacífico. Aquí la temperatura no es alta, dicen que el agua está más fresquita que la del Cantábrico, no lo pruebo. En Corcón comemos, pruebo otro marisco, la jaiba, rica. Y otro pescado, la reineta, también rica aunque Inés reconoce “que las ha tomado mejores”. Ella y Luchito se toman la consabida Paila. 







Después de comer a Valparaiso (Viña del Mar no atrae). Valpo le dicen también, es como que le hiciesen bajar del cielo.Tenemos poco tiempo así que nos centramos en el puerto y en visitar uno de los  cerros al que se sube en funicular, si bien nosotros lo hacemos andando. Hay varios cerros en la ciudad, todos interesantes, todos coloristas, todos con historias que contar. Cerro Concepción, Cerro Cárcel, Bellavista, Panteón, Barón. En Valparaiso no puedo por menos que reirme cuando veo a Inés y Mencho preocupados porque no me pierda.  Hemos dejado trabajo para un próximo viaje. Me creo que Valparaíso requiere los días de visita que no necesita Santiago. 




Llegamos cansados a casa, nos cenamos unas empanadas y la riquisima carne asada; y yo me como una palta de verdad, nada de congelador, directa del árbol. Salimos a la terraza a tomar el último trago y rápidamente Luchito trae el violín, luego la guitarra, luego el cajón y padre e hijo se echan unas rancheras, unos boleros, canciones de La Violeta…..y todos nos echamos unas risas. 

Un día completo, el sueño de cualquier viajero en país extraño, pasarlo con la gente del lugar. ¿No es acaso por esto por lo que viajamos?















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