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Mi cazuela |
Qué mejor para las últimas horas en Chile que disfrutarlas en compañía de amigos chilenos. Así que en lugar de dormir en Santiago me acerco a Los Andes dispuesto a pasar la tarde del lunes en la cordillera. Además intuyo que me está esperando una “cazuela” como Dios manda. La hospitalidad de esta familia es algo casi olvidado. El puchero, que también así se le llama, es una sopa (como La Paila) en la que se sumergen vegetales y carne, vacuno con su hueso, que le da sabor, choclo (riquísimo el maiz, riquísimo),papas, zapallo (o sea calabaza) y especias varias; todo ello acompañado de ensalada chilena (tomate y cebolla) y cómo no de pebre, una pequeña ensalada pequeñita de la que me he hartado en Chile (normalmente tomate y cebolla picaditos con cilantro y ají, ahí le va el picante). Según la cantidad de cada ingrediente a veces predomina el rojo, a veces el verde.
Comemos en el porche, comemos tarde porque en la terminal a donde me han ido a buscar, nos hemos despistado ridiculamente más de media hora. Yo creo que nadie en el lugar recuerda que un autobús de Santiago llegase a Los Andes con 15 minutos de adelanto. Pues eso ha sucedido. Pero no importa, la comida ha sido relajada y la sobremesa musical, eso que no falte. “Si vas para Chile” estaba en el desván de mi memoria, mi padre también la cantaba, y hoy la hemos cantado juntos. Luego hemos visto fotos, hemos reído con las cosas de Mecho, cafecito brasileño y purito para las ocasiones.
Mecho tenía un regalo de despedida. Subida al cerro de la Virgen. En coche, por supuesto. Pobre coche, un camino de cabras, casi solo apto para mulas (que dice Mecho son los animales más duros e inteligentes para andar por la cordillera). Merece la pena. El río aconcagua resulta ridículo a pesar de su nombre, la magnificencia de los cerros que le rodean y que rodean a la comuna de Los Andes y que ya en lo alto nos rodean a nosotros es memorable. Entiendo que quien aquí nace aquí quiera seguir viviendo. La cordillera es sobrecogedora, creo que ya lo he dicho pero a medida que pasan los días el sentimiento es más y más envolvente. Me viene a la cabeza, (siento parecer un cultureta), el río y la montaña de San Manuel Bueno Mártir, de Unamuno.
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Aromas de cordillera |
Hablando de culturetas, qué placer escuchar a Mecho cuando cuenta historias de Historia de Chile. Y de la conquista de América, y de los pueblos indígenas que habitaron todo Chile, desde los Chinchorros al norte (viejos conocidos), los Dieguitos y otros hasta los Araucanos en Tierra de Fuego. Y cuenta historias de unos y de otros. Del jefe Michimalongo, que vivía en lo más alto de un cerro en forma de mesa que desde aquí se ve; y que guerreó contra los hombres de Diego de Almagro y de Valdivia, descubridores de Chile, si así se puede decir. Y cuenta historias de esos guerreros infatigables que fueron los Araucanos y que él ha leído en la versificada La Araucana (de Alonso de Ercilla). Y cuando hay algo que puntualizar ahí está Luchito que de todo sabe y tiene criterio.
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Vestidos de puro huaso |
En casa cena liviana y sobremesa con la abuela pocha, con la música de Lucho y hoy con los cuentos de Mecho. Recordaré siempre las historias pero me reconozco incapaz de contarlas. Los títulos lo dicen todo: El chancho siamés, La escopeta de mi abuelo, La perra con pata de palo. Reimos con ganas. A Inés hoy le toca cuidar de su madre por la noche, nos despedimos.
Esta mañana Mecho me ha acompañado a la Terminal camino del aeropuerto, donde ahora escribo. Por el camino me ha contado con gracia que tienes, otro cuento: “la mano de la niña”, la monda.
Emocionados uno y otro nos hemos dicho hasta siempre.
Adiós Chile
(PD: falta un artículo, se siente, que escribiré en el avión)
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Adios cordillera. A ti te lo digo jefe Michimalongo |
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