"Baar fun fun". A cinco minutos de mi hotel, así se llama el local tanguero con más sabor de Montevideo. De ahí vengo, de ver bailar tangos. Un bailar digno del circo del sol. Mantiene la elegancia del bailar clásico pero al ser tan rutilante obnubila. Lo he pasado bien pero me quedo con el clásico; otro día probaré, aquí o en otro sitio. Queda pendiente oír cantar tangos. Tiempo al tiempo. Ahí va un enlace con youtube; los bailarines eran los mismos, de los bailes el del enlace el más tranquilito. Enlace tanguero al Baar fun fun
El día ha sido largo. Empezó en el autobús que me llevaba a Barajas. Una joven compañera de viaje, digamos Z, me da conversación, como si yo no me bastase solo. Hablamos de mil cosas, para mi un enorme placer hablar con gente joven. Z trabaja en una empresa holandesa, hasta hace poco allí, ahora desde casa. Dice que ha sido muy lectora pero que lo tiene aparcado, dice que ahora lo va a retomar, la creo. Lo mismo con el cine, dice que nos veremos en el cineclub; veremos.
El avión lleno. Mi fila la 56, la última, pero con un sitio libre a mi lado. El vuelo, largo, 13 horas, me da para leer, ver una película y dormir. 8:45 en Montevideo, me sobra toda la ropa, el sol luce radiante y el viajero se anima: mejor aquí que en Luxemburgo (por decir algo), digo…
Para pagar el autobús que me lleva al centro compro unos pesos a un chaval que viene de Madrid, primer uruguayo con el que cruzo unas palabras. Al poco descubriré que cualquier pago en metálico supone un derroche; pagando con tarjeta ahorras el 22% de IVA, increíble pero cierto. Antes de llegar al hotel compró la tarjeta para el teléfono y , salvo por el wasap, se puede decir que ya estoy listo para recorrer el país.
Tengo que organizarme y busco una oficina de turismo en la que me puedan aconsejar sobre la forma más óptima de recorrer durante dos semanas el país. Me encuentro con la más viva del lugar y que malamente me informa sobre lo que puedo hacer en Montevideo; no te digo si me aparto unos kilómetros. Lo dejo para mañana.
Habrá a quien le extrañe que no sepa lo que voy a hacer, pero así es. Casi siempre actúo igual. Solo sé que estoy en la capital hasta el domingo y que vuelvo a ella dos días antes del vuelo a Madrid; y esto porque considero que en Montevideo podré hacer muchas cosas de las que me gustan; si no, ni eso tendría previsto. Rellenar el resto se va haciendo in situ, poco a poco.
Hoy he comido pescado, nada especial, espero mejorar. El primer homenaje carnívoro será mañana. He paseado por el famoso Mercado del Puerto pero creo que elegiré otros sitios menos “turistificados”. Hay que ver cómo han proliferado los mercados reconvertidos en templos gastronómicos. Solo me gustan los auténticos, lo que en general quiere decir humildes, de servilletas de papel y platos de picnic (de plástico o blancos de la abuela),familiares, lo contrario de la sofisticación, lo opuesto a la estúpida masificación que nos invade. Recuerdo sin ir más lejos el de Oaxaca que visité ahora hace un año; eso sí que era un mercado gastronómico de verdad. Vease mi blog (perdonen la autocita).
Un rato para la siesta y la lectura y a las 7 de paseo a la vera del Río de la Plata, que más que río parece mar. Una buena puesta de sol y cómo no, una vez más sorprendido por la afición que esta gente tiene al mate. Porque no me digan que no hay que tener afición para cargar a todas horas con la hierbecita, el termo con su agua caliente, el mate propiamente dicho (la taza en la que se sirve), la bombilla (no para iluminar, sino para sorber; véase segunda acepción del DRAE) y otras delicadezas que llevan los profesionales (pava, portamate etc). Y no son dos ni tres, son todos. Como antes, cuando la gente llevaba el periódico en la mano; estos llevan el equipaje de mate. Y hablando de mate, de la hierba, para el que no lo sepa: Uruguay fue el primer país que legalizó la marihuana, llegó a venderse de manera normal en tiendas específicas pero al parecer se echaron encima los bancos americanos (moral americana, falsa moral, quiero suponer) y se dio marcha atrás; eso sí, todavía es legal tener plantados unos gramos para tu propio consumo. Vamos, como en Amsterdam; algunos viajeros bien lo saben.
Y tras la foto, el tango. Mañana más y mejor.
Al fondo los del mate. |
Racconti tante cose che pare “quasi” di essere lì con te… però, ahimè non è così…
ResponderEliminarBellissimo tramonto.
Buon cammino 👣
Tante grazie caríssims amica. Un bicchiere... (and a bacio)
EliminarDi que sí que los del mate están atontaos (que no lo son, porque más de uno me daría una colleja).
ResponderEliminarTe advierto que es de las cosas bonitas que se ven por aquí. Tiene personalidad, algo muy valioso en este cada día más uniforme mundo. Me animo a probarlo, no más.
EliminarNo os riais. El mate, como el té (al fin y al cabo es el "té de los jesuitas", y los jesuitas no han sido nunca tontos) tiene muchas formas de consumirlo: amargo, dulce, cocido, negro... Crea adicción. Pero sin síndrome de abstinencia.
ResponderEliminarSi vamos a cosas incómodas, si te gusta beber vino, anda que no es incómodo estar tomando vino en un bar apretado dándote codazos y empujones, pagándolo más caro cuando lo puedes llevar colgado de un portabotellas y echarte un traguito con una bombilla, digo, con una pajita.
Baar fun fun. Si quien mueve las piernas mueve el corazón, estos tienen taquicardia paroxística.
Prueba el mate, bobo, te acabará gustando. Y terminarás comprando la calabaza, la bombilla, el portamates y el termo con funda de cuero. El mate no te lo traigas: en Mercadona tienes mate Taragüi.
Cuando te leo te estoy viendo como a uno más paseando al lado de la playa y con el colgajo en la mano, con todos los aparatos e ingredientes. Y yo... con el periódico. Bueno , lo probaré.
EliminarMe has traído a la memoria a tu padre ( mi querido tío Antonio) con el periódico bajo el brazo, o los periódicos, que él sí que se hacía sus comparativas y subrayaba y comentaba lo que consideraba él ¡qué recuerdos!
ResponderEliminarMuy guapo en la foto y preciosa puesta de sol.
¿A qué sabe el mate?
Lo probé hace años y como que no me quedaron ganas. Como con el té. Pero volveré a intentarlo
Eliminar