lunes, 26 de febrero de 2024

San Juan de Chamula y Zinacatán



Dije que volvería a San Cristobal y he vuelto.  La mejor forma de llegar a San Juan Chamula. 

Como el colectivo que me llevaba a Chamula estaba al otro extremo de donde me dejaba el de Tuxtla, he pateado San Cristobal; me reafirmo en lo que ayer  escribí: una belleza masificada y con mucho hippy.



Templo de Santo Domingo de Guzman, en San Cristobal
Ciertamente una maravilla


Como el día iba a ser largo me lo he tomado con tranquilidad y llego a San Juan a las 11:30. A lo que se ve, tarde para visitar el Mercado; y es que el domingo debe ser el mejor de los días para visitarlo. No pasa nada, Chamula desprende autenticidad. 

Una amable seguidora me ha recordado que hay que visitar el cementerio y allá que me voy. Solo, lo mismito que si el cementerio estuviese en San Cristobal. Solo he podido ver un cementerio, muy colorido, pero desde el autobús. Me gustaría visitar otros, a ver si hay suerte. Las fotos, siempre desconsideradas, no sé si transmiten lo que vi: un terreno en lo alto de la ciudad, sin vallas, con montoncillos de tierra, cruces y flores. Hay que imaginar, viendo una de las fotos cómo será el 1 y 2  de noviembre (“Día de Muertos” o “Todos los Santos”), casi seguro que justifica una visita ese día.


































Uno de los 33 dialectos que creo tiene la lengua maya es el tzotzil. Aquí es lo que se habla. También se viste con una ropa muy característica: prendas de largo pelo, negras o blancas según la situación. La mayoría de las mujeres paseaban por la plaza como “de domingo”, vistiendo esas faldas. Espero que se aprecie en las fotos. La plaza tiene movimiento, tiene colorido. Preside, tímidamente, el templo de San Juan Bautista (aquí se dice templo más que iglesia). Dicen que justifica la visita a Chamula. No lo entiendo así que voy dejando la entrada para más tarde por aquello de paladear el manjar. Y entretanto encuentro un lugar en la plaza donde comer…pero luego, se llama Trébol. 


 

No acierto a explicar cómo ha sido la entrada a este pequeño templo. Pocas veces he tenido una sensación tan especial. Se me ocurre compararlo con cuando entramos de correndida a la Capilla Sixtina hace unos 35 años y la vimos solos; ya sé que suena a temeridad lo que digo pero así lo he vivido. Aquí no estaba solo, ni mucho menos. No permiten hacer fotos ni videos y hay que entrar descubierto. No he tenido la perversa curiosidad de buscar algo por internet, me parecería una falta de respeto. El que quiera verlo que venga. Yo se lo intentaré explicar al que me pregunte, pero escribirlo no, eso no, me siento incapaz, me dejaría un mínimo del 95%.  

En el templo me he encontrado con mis amigas suizas de Roberto Barrios. 









“Trevol” es un restaurante que me llama la atención por su limpieza y comedimiento. No hay nadie pero tengo un pálpito y me pido unos huevos ranchera (creo) y  guacamole.  Un gesto de profesionales, me sacan una mesa a la calle y allá que me tomo dos cervezas con los huevos,  frente al Templo, como un señor.  La comida, sencilla pero riquísima. Como siempre, en la mesa no faltan ni salsa verde ni roja, yo prescindo. 




Los huevos.
Pocas fotos mías como esta



Guacamole al frente. Templo al fondo























Aprovecharé aquí para hacer una pequeña disertación gastronómica (a petición de algún seguidor). Lo primero: aquí todo pica. Y si no pica, no hay problema, en la mesa tienes siempre las salsas necesarias para que pique. Segundo, aquí siempre hay totopos y tortillas en la mesa. Y por último: aquí siempre hay la opción del jugo, de tamaringo, de mango, de fresas, mezclados, ; no sucede lo mismo con la cerveza, en la mayoría de los restaurantes no sirven alcohol. Y esto no son estereotipos, lo juro. Totopos y tortillas son el pan en España y las salsas serían como el aceite y vinagre. La ventaja es que aquí no te cobran “por el pan”….de momento.…

Otras pequeñas puntualizaciones sobre la comida mexicana. No recuerdo otro ingrediente tan relevante en una cocina como lo es el chile en la  cocina mexicana. Al parecer hay más de 200 variedades, y las utilizan. Diría que marca más el tipo de comida que lo que otros ingredientes marcan las cocinas india o japonesa; pero obviamente me falta conocimiento.

El mole. Hay muchos. Por ejemplo, solo en Oaxaca, donde ahora escribo, hay siete: negro, rojo, amarillo, verde coloradito, estofado y chichilo. El mole negro oaxaqueño dicen que es muy bueno, lo tengo que probar. Ahí van los ingredientes de un mole poblano, por saber de qué hablamos: chocolate o caca, jitomate (sí, con ji), ajo, cebolla almendras, nueces, pasas, clavo, pimienta, perejil y cuatro tipos de chile (ancho, mulato, pasilla y chipote). Todo batido. Y luego lo comes por ejemplo con un pollo hervido, yo lo he probado, muy rico….más si te gusta el sabor a chocolate y por supuesto no le haces ascos al color.

Un último apunte, para los que no lo sabíamos: los nachos son totopos con cositas, ni más ni menos.


La comida mexicana es muy especial, colorida, sabrosona, valiente, como lo pueden ser la india o la japonesa. Es muy atractiva, entiendo que a los jóvenes les llame.  Ya maduritos, como es mi caso, mejor ir “de a poco”. Me resulta más refinada la japonesa y valoro más los sabores de la india, va para gustos.




El amigo Juan



Seguimos viaje.


Trébol, o Trevol (que así le dijo el que puso el nombre en el toldillo) lo lleva Juan. Su mamá lo llama Beto, los curas que tenía que ser Juan. Tiene 26 años, dice que es muy tímido. Quiere saber, escucha. Le gusta compartir, me habla de su mamá; papá dice que realmente no tuvo, se fue con otra mujer y ahora va con una tercera. Dice que “se siente gacho” cuando lo recuerda, se siente feo, se siente mal. 



Es inteligente y sabe hacer las cosas. Hablamos de su trabajo, de sus planes, de cómo hacerlo mejor; sabe lo que quiere. Supongo que el haberse ido de casa a los EEUU cuando tenía 15 años, da carácter, por tímido que seas. Estuvo yendo siete años, volvía a Chamula por Navidad (diciembre y enero). Y otra vez de vuelta, siempre duro, dice, siempre por la puerta de atrás. A Salinas, en el campo, entre Los Ángeles y San Francisco, California. No aprendió nada de inglés, solo que trabajar… para vivir no más. 


Hablamos mucho porque me acercó a mi segundo destino, Zinacatán, a unos kilómetros. un pueblito muy entrañable en el que solo había que mototaxis, pero no turistas.  Una bendición. Unas niñas se me pegaron, querían dinero (bastante normal por cierto en México). Les ofrecí un elote (mazorca maiz con mil guarrerías); cuando me lo pidieron creí que se referían a un “helado”. Era uno, fueron cuatro.



Elote no más


Gracias Beto por tu tiempo y por tus palabras (Juan aprendió español a los 8 años; en Zinacatán me hizo de intérprete).


Vuelta a San Cristobal, cafecito, último paseo y colectivo hacia Tuxtla. Tengo que hacer tiempo hasta las 10:40 en que sale mi autobús para Oaxaca. Afortunadamente el Parque de la Marimba está a tres minutos de mi hotel. Dicen las guías que es una de las pocas cosas que no puedes perderte en Tuxtla. Yo he ido todas las noches porque además, de 6 a 9, hay “marimba para todos”. Música en directo y baile para el que quiera.  Divertido, incluso si solo miras. El colectivo municipal con el que me acerco hasta el parque es un espectáculo: más de veinte personas, subiendo y bajando, pasándose el dinero de unos a otros hasta llegar al conductor para pagar el boleto, el que entra buenas noches, el que se va, tengan buen día, todos apretujados sentados alrededor del pequeño vehículo, un espectáculo como digo.



Parque de la marimba


Como la vida es circular (Samsara) sucede que ya en el autobús, camino de Oaxaca, los controles rutinarios van y vienen y en esto, cuando pasada hora y pico, empiezo a dormir, suben unos policías a pedir documentación. Voy en el asiento 8, ventana, como siempre que puedo. El tictac del intermitente, como cronómetro impenitente, me pone nervioso. Imagino cómo lo vivió el joven que iba a mi lado. Y la chica con tres niños que al poco también tuvo que  bajar del autobús. Allí les dejamos. Inmigrantes centroamericanos camino de los EEUU. Eso dicen, tiene sentido. Es África, es Alemania. La imagen de los niños abajo del autobús, yo les veía desde mi ventana, siguió en mi duermevela hasta las 6:30 en que abrí los ojos definitivamente. 



  



  Sueño con mi desayuno, así somos de miserables los seres humanos. Lo hago realidad al poco de llegar. Mochila al hombre me voy hacia el hotel y por el camino encuentro mi pequeño paraíso: fruta, unos huevos a la mexicana y café, eso sí, americano. 









Tengo suerte y me dan la habitación al poco de llegar. El hotel cumple con mis expectativas. Bien de precio (45 €), bien situado (dos cuadras del zócalo), coqueto, recepcionista amable, limpio; mi habitación, como yo quería, con mucha luz  aunque ruidosa. Oaxaca me ha entrado por el ojo derecho. Creo que hice bien en dejar una sola noche para Cancún. En Oaxaca voy a estar cuatro. Veremos.



Posdata. 

“En Chiapas páseme desapercibido” me dijo un chiapaneco mientras visitábamos no sé qué ruinas. Un hombre normal, con aparente buena educación. Lo apunté, pero ni caso. Qué puta manía con meternos miedo los unos a los otros. Afortunadamente, por lo que se ha podido ver en mis últimas entradas, “he pasado apercibido”. Ellos también. 











2 comentarios:

  1. ¿puedes traer un poco chile para probar?

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  2. Hola, me encantó este blog, para mí uno de mis favoritos, la gastronomía y cultura de Oaxaca abunda en variedad ¿No lo cree?.
    Hoy lo conocimos con mis compañeros de escuela y usted nos pareció una persona increíble y sobre todo muy amable, espero de todo corazón que algún día nos volvamos a ver.
    Con cariño. Sus amigos de Magdalena Apasco.

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